¿Qué esperaba de la luz, de los rododendros,
del aljibe de los bares, de un lluvia no nombrada?
Me esperaba a mi en esa estirpe de la juventud
indomable cuando la noches eran química de astros
en la huella infantil del azar y las horas. Nada puede
sustituir al arbitrio efímero del aire blanco, ni tu ciudad
soñada, ni el reivindicativo sol que ya no ilumina para ti,
que ya es memoria de la luz en tu piel sin rostro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario