jueves, 28 de enero de 2016

No me engaño

Este cuerpo no es el mío: se cree juventud,
ansia, deseo. Este cuerpo se mira en el cristal
y reconoce su llama vieja, el sol intacto de la
infancia. ¡Qué falsedad sentirse así, ombligo y
nocturnidad exhausta sobre el resplandor de
mil auroras!. Esa doblez no se agota en mí, sé
que es universal como un copo de nieve.¿Me
tranquiliza, acaso, la simpatía de lo múltiple?
Diré que no, que no consuela el aliento gastado
de las horas perdidas. Que ya no soy, que ya
no eres el rosal de aquellos días sin patria.
Cuando me desnudo veo en el espejo la ciudad
de la muerte, tan familiar como una gota de lluvia
que cae en la noche.

2 comentarios:

  1. Qué bien retratada la decadencia de sentir la vejez. No concuerda el cuerpo con la mente. Y la vitalidad física tampoco suele ir acompasada con la mente. También hay ancianos prematuros. Pero mira, yo nunca daría nada por perdido, menos el tiempo, porque hasta de lo peor podemos sacar buen provecho.

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  2. Me gustó tu comentario, Sandra. Gracias por dejarlo aquí. Un abrazo.

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