Hay una forma de paz
que se parece al amor.
Su paso leve va tejiendo hilos en los días,
cubre de sueños el aire,
invoca a la luz como a una amiga
que buscara refugio o perdón.
Hay una forma de paz que dibuja caricias
en las paredes de la casa,
caricias amantes que nunca regresan
al rumor de la desconfianza
ni dejan en los labios frases ciegas
ni habitan en los recodos del sinsentido.
Hay una forma de paz
que solo conoce la infancia de los columpios alegres,
el cristal soñador del mañana.
Hay una forma de paz
que vive en el recuerdo de los mediodías azules,
en la claridad de las tardes calmas
de los agostos huídos.
Me gustaría sentir de nuevo esa paz
en mi corazón en fuga.
Me gustaría ser el ayer de tu vida.
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