sábado, 22 de agosto de 2015

De cómo retener el tiempo

La mesilla nunca quiso ser rostro
ni la vitrina torre
o faro de cristal.

Es premeditado que no exista armonía,
que las paredes enseñen su piel blanca y desnuda,
que la tibia luz de las bombillas
ilumine los ojos dulces del frío.

En el sofá viven las huellas de la desidia,
su alta frente mira al ojo negro del televisor,
lo absorbe, lo inunda.

Parece detenido el aire
como si no existiera otro futuro
que esta huida hacia ti.

Sólo el ficus entiende mi pasión de dura tez,
mi infinita rendición a la quietud que pasa.

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