miércoles, 5 de agosto de 2015

Aquella noche



Puedes decir las mismas palabras, acompañar
los gestos con el mismo resplandor inexistente,
dirigir tus ojos a mis ojos como una interrogación
sin patria, fruncir los labios con el mohín oculto
del adiós, parpadear cuando la luz te cubre, igual
que una caricia de amor. Será inútil, créeme,
pues nada podrá reproducir el lugar que una
vez fue palacio, ni la voz encontrará de nuevo
la magia del instante; ni la piel, los músculos,
el corazón que sangra, el pensamiento que siente
o las frases para nunca olvidadas conseguirán
ser eco de una noche que ha dejado su estela
de irracionalidad en las comisuras de este
silencio que finge la inmortal ceniza de tu
presencia en cada hora, en cada segundo
que yace.

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