Me gustaría que vieras
el mar desconocido.
Otro mar que no sea el nuestro.
Me gustaría enseñarte las cosas pequeñas
que un dia me sobrevivirán
para que entiendas su razón oculta.
Quisiera hablarte de aquellas páginas
que también leíste, del porqué nace una llama
en los ojos que resplandecen,
de la presencia de tu cuerpo
aunque no estés ahora.
Son, quizá, demasiadas palabras
cuando es suficiente el trazo de mis dedos
sobre tu piel amiga.
Tú, tal vez, calles
y mires ausente el paso de los taxis,
el dibujo de las aceras,
la insensatez del tráfico
en una mañana de lunes.
No importa que ya no existan pájaros sobre el río
ni que el amanecer sea áspero, oscuro, fúnebre.
En nosotros hay una luz
que crece en compañía,
su blancor es un aura que nos salva.
No esperes, amor, otra respuesta
que no sea la unión de dos sombras leales.
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