viernes, 12 de diciembre de 2014
Lo que ya no existe
Lo que yo recuerdo no importa,
la rugosidad del tacto,
la lisura de un espejo inombrable,
las fotos y esa desnudez que amanece
en la estática presencia de un libro.
O la levedad de un dia,
cuando nadie quiere la sonrisa
y pasa la luz
como un periscopio entre lugares comunes.
¿Para qué la pisada, el aliento
que infantil regresa a su nido?
Me sorprende el pulso de esta lejanía
que el tiempo marca,
ya no existe la memoria de un reloj
que palpita en las mismas baldosas,
en el rebumbio repetido de la vacuidad
que al fin enseñorea su virtud.
Nada más que descubrir la noche
y volver a la pátina de este loco ejército
de alevines y sal
cuando llama la madre
y ha empezado la música
de una hembra distinta
que juega a ser reina junto al espacio de las moscas
en este verano inútil.
Hay razones que mueren como raices de escarcha
o soliloquios heridos en la penumbra
de la conciencia.
Sólo busco, sólo quiero
la fragilidad de un resplandor,
la química de la agujas
que sueñan con un príncipe exhausto,
una verdad que no me mate hoy
que un sol proscrito se posa en mis dedos de alambre,
mis pobres dedos que quisieran ser mar o luz
o ambiguedad o quizá un abril siempre
vivo.
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