miércoles, 10 de diciembre de 2014

El vuelo


Quedó el mar como una sombra ausente.

Más allá del círculo y del color,
de los nenúfares de la edad,
del acento suave que tropieza en la memoria.

Cuando el vuelo no identifica el resplandor de una herida
y los maquillajes miran al verde, a la humedad,
a la casa nunca perdida de un regreso fútil.

Porque estoy en lo que quise y en su ataúd,
en lo que dibujé desde los frios amaneceres
de un enero extraño
y me fijé en lo inombrable,
lo ignoto, lo porvenir.

Sueño de una profecia que nunca conocí,
amado por las alas
que conforman el perfil de las islas innúmeras,
como un mistral en el intestino de este avión
que halla la luz entre nubes viajeras
y un sol que no quiere comprometerse
con el ardid de tu nombre.

La vida no busca el territorio de un recuerdo,
sus enjambres de artificio hieren
los globos inútiles de las palabras
manchadas.

Piensa, quizá, en un renacer próximo,
en las horas que el suburbio mancilla,
su corazón llueve en el dia
y te cubre con miasmas de ensueño.

Tú y el candor que vaga en el fondo del existir.

Si quieres un consejo
que no sea el vago silencio de los ojos traicionados:
en el horizonte un pedazo de aurora
dice que el tiempo es un narciso
sin espejos ni trasluz,
un eje que se mueve
y se mueve
sin fin.

No lo sigas.

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