Aquellos regalos que anticipaban
la madurez en navidades perdidas,
la sorpresa fingida igual que una luz
blanca en los ojos del niño. Y los
cadáveres bajo abetos muticolores,
en la medianoche de tu ósmosis. Qué
voz la que inunda el grito de felicidad
y misterio. Gloria a los dias que fueron
cometas en las habitaciones escondidas,
gloria a este rubor que crece cuando
pienso en lo que fui, en la sed que
aún llora mi exilio.
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