Hay edades sin estación ni memoria.
Edades que fabrican alas de mercurio
o brillantes gemas de azogue.
Edades sin sombra
que visten de luz las costuras del azar.
Edades en las que el amor se parece a la risa
blanca de los pétalos.
Hay edades impronunciables como sonajeros cautivos,
edades que roban al día su claridad de arcángel.
Edades múltiples,
edades clandestinas,
edades que aún viajan
como meteoros azules.
Hasta aquí,
hasta el hoy.
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