Juntar la piel y no decir nada.
Persigue la mirada un eco del ayer,
una serpentina de luz en los ojos
caídos, una palabra que no ciña
sombra, un recuerdo que una
las edades que ya son refugio.
Mi nombre como una huella
inservible, mi vida como un
rompeolas gastado que aún sufre
los latidos del tiempo. Seré lo
que pasa en este instante de
conciencia, fulgor diminuto
del azar, asombro infantil
que no quiere la luz de una
ilusión. ¿Qué es sino esto,
vivir?
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