De lo oscuro nace un cálido artificio. 
El automóvil dibuja los ecos de colinas azules,
de sesgadas lomas, de valles ausentes 
como un agujero dormido. 
Al sur se doblan las espigas en ruedas infantiles. 
Los girasoles imaginan su armonía de flecos y alambre, 
enseñoreados por el disco que humildemente  
se aleja. 
Cruzan los meteoros del cenit águilas imberbes 
de corazón distraído, especuladoras cigüeñas 
con su enjambre insólito de flores de vertedero, 
populosas como el ejército imposible 
de los días de agosto. 
Detrás del odio de las palmeras, la arena surge 
como un cielo desubicado.
Hay paz y hay un hemisferio sin hilvanar. 
Es agradable vivir aquí, es agradable la luz opaca 
que anuncia el sol de noviembre.
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