Sabes que te hablan, pero tú no los oyes.
Te has acostumbrado a verte en el espejo y a no sentir a nadie.
Porque nadie son los espacios, las horas,
el ayer y el hoy que te abrazan.
Desdoblarse en un pensamiento, concebir un diálogo fósil,
ver como crecen las flores sin el agua del amor,
posar tus manos en un cristal oscuro,
es tu confín.
Piensas que no merece la pena otro cuerpo junto a ti
-ya has probado las mentiras del sexo-
crees que la amistad es un columpio que un día cesa de volar,
juzgas a los otros por lo que careces,
te ovillas como un gusano que no quiso conocer el mundo.
Escribes palabras que solo lee el silencio,
murmuras después del alcohol frases de infancia
y entornas los ojos tras el beso soñado.
Ocurre que te cansa saberte,
que las palomas huyen de ti porque tú también huyes de algo.
Te gusta el rocío y la escarcha, lo efímero, la niebla,
el fugaz eclipse del tiempo en tu memoria.
Crees en la soledad, aunque una espina te carcoma el corazón
y llores y aúlles cuando en la madrugada te desvelas.
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