No te creas que pienso en ti a menudo.
Yo sé que aún me ves desde una torre
inexpugnable, con la superioridad de
quien sabe que el deseo es una esclavitud
y la indiferencia un hábito. Han transcurrido
los años, he dejado de mirarte esperando tu mirada
cómplice, ya no te busco en el portal donde vives,
ni levanto el teléfono solo para escuchar de ti
un sí alegre. Ahora- cuando te pienso- recurro
a la nostalgia, no de tu cuerpo, sino de mi juventud.
Es una extrañeza aquel temblor de hormigas
que atosigaban mi estómago al sentirte cerca,
y el dolor de tu ausencia es tan solo el humo
de un recuerdo evanescente. Mejor que haya
sido así, tan fácil, que no hayamos envejecido
juntos, que no tengamos que perdonar lo que
en el presente somos por lo que fuimos. No
creas que pienso en ti a menudo, aunque hoy
si lo haga al escribir este poema que te nombra
para poder olvidarte, como si tu nombre
no encerrara ya una historia muerta, una
voz que desde hace tiempo en mí no existe.
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