A través de la luz tu cuerpo no se rinde.
Semáforos de ausencia y migas donde
se dibuja el camino. Alguien-que no eres tú-
recorrió los vértices y le habló a dios de
un enigma sin fe. Aprende el sol de su órbita
como el pájaro de su canto. No pongas la nieve
en el surco de agosto, deja que alcance el éxtasis
un cenit innombrable, el rayo que, tú sabes,
caerá siempre a destiempo. Al fin las ventanas
descubren lo que ya era un haz en agonía.
Y son las sombras un ramaje crepuscular
atentamente herido. ¿Me sueñas en la claridad?
¡Sí!, tus alas reconocen la huella que sobrevive
en transparencia, como un silencio de mariposas
latentes o un jardín que llegará a ser mustio,
pero que hoy es un resplandor entre los días
de este paraíso fugaz al que nosotros llamamos
el tiempo de las miríadas en flor.
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