Es la atmósfera un frágil silbido sin anuncios.
¿Por qué no hay horas para el sueño, ni vive
en la blanca rotundidad de una esfera el hoy
neutro de la añoranza? Aquí yo, cuando miro
la nieve de una pared fría y el terror de las arañas
circunda la magia de la luz, la derrota del
artificio en los eclipses del aullido. ¿Y mi flor
de colores vacíos, dónde el misterio de la
ausencia y el cántico, si ya no hay dicha en
este mediodía claro y simple como un deseo?
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