martes, 15 de noviembre de 2022

Las ropas que me visten

 

Has de saber que me visto cada día con los recuerdos.

Hay palomas mensajeras en mis tejanos,
los bóxeres aprietan mi masculinidad con su lengua ardiente,
el suéter es un escudo donde no habita Superman
solo la carne de un joven que comienza a vivir.

No tiro las ropas de padre,
esta gabardina enfundó el paso lento de su cuerpo bajo la lluvia,
inclinado sobre el torso como un indio
que buscara entre el barro una huella de abril.

Llevo cazadoras con insignias innombrables,
de cuero, de tela vaquera o poliéster,
sé que no abrigan el alma.

Me diste una bufanda porque sentía frío, gris y verde, de lycra.

La camisa la abotono hasta el cuello, sin corbata,
me gusta sentir su roce de labio contra el plexo,
me gusta pensar que son tus manos
quienes descubren las elipses de mi vientre
-la camisa rasgada-
la jungla que rodea mis pezones.

Hoy saldré a la calle vestido de ayer,
solo la ropa antigua me entiende,
a veces siento que habla tu voz en cada prenda.

Eres mi abrigo contra la vida.

sábado, 12 de noviembre de 2022

Noche, lluvia y mar

 

El cristal del mar, absolutamente negro.

 

Y la luz de la torre, tan amarilla como un limón derramado.

 

El silencio que es una esponja dormida

en lo más profundo de mi vientre.

 

Taxis y ambulancias, autos que huyen de los días laborables,

el alma del pedigüeño bajo cartones de luna.

 

Y ese epitafio neutro de los pájaros que duermen en las cornisas,

la paz de la estatua, eterna como un busto triste

que añora la sangre, la piel, los tejidos y el amor.

 

Los barcos en el puerto se acunan sobre la mansa piel del mar,

y un faro vertiginoso rompe lo oscuro, un reloj elíptico que resume en su haz la vida

y los misterios, una señal que todos seguimos sin saber por qué

hasta que llegue la claridad.

 

El amanecer es un columpio que arroja su lengua de fuego y después se retrae,

una niña que debe asumir la estrategia de la luz

para esconderse bajo su máscara de tótem alegre.

 

Quedó atrás el fruto del árbol, también tu cicatriz en el dorso de mi espalda,

ahora la lluvia cae y recita la salmodia del tiempo ido,

exhibe la bandera de las canciones sin voz.

 

Veo un corazón de óxido, una cruz de algas plateadas,

un horóscopo de marfil, una ruleta sin números.

 

Me moja tu nombre como una ducha fría.


jueves, 10 de noviembre de 2022

Secuencias

 

La voz neutra de las amapolas, el fiel flujo del mar,
el descenso del pájaro y la lágrima que cae, la dura realidad
del recién nacido, la sirena de un barco que va a la deriva,
el tambor de la tribu que acompasa el latir del tiempo,
la rojez del cangrejo junto a la roca, el eco que llega
después del tronar como un estridente alud que nos
invita a la huida, la mano abierta del anciano que come
segundos, hambriento como un lobo perdido entre la nieve.
Mi piel, que ya no es mi piel, sino la huella de mi piel,
la sombra que te di y jamás recuperé, mis propósitos de sed
infantil que cayeron a un río sin orillas, los años de un amor
pulido por los silencios, la inquietud que me llevó a la noche
salvaje, a conocer sus hemisferios ocultos. Y esta mirada
mía que busca la razón del reloj, preguntándose para qué
giran sus saetas y dónde perdí lo que ahora es olvido.

martes, 8 de noviembre de 2022

El aula

 

Junto al ventanal es mi sitio,
desde aquí veo un trozo de mar.

En la pizarra se desvisten las letras,
hay un mensaje de tiempo, significados,
alegorías, matemáticas y fulgor.

Mis cabellos crecieron entre la primera y la última hora,
guardo en mi bolsillo los cromos que cambiaré,
las canicas de cristal, el clavo con que gano siempre al gua.

Las pecas de aurora y las bragas de Nuria,
y el rubor oculto que esconden mis manos
apretando mis mejillas.

Las clases de la tarde y el reloj del aula adormecido,
llueve sobre el mar, llueve eternamente sobre mi silencio,
una salmodia y el pensamiento que se aleja de aquí,
hacia el sol que brota, hacia el día cuya luz abrazaré
lejos de los muros que matan al pájaro que nace entre mis ojos.

domingo, 6 de noviembre de 2022

Siempre te peinas al anochecer, lo veo desde mi ventana

 

Casi noche la sombra entreabre tu puerta,

disminuye la claridad como si un velo,

una leve lámina o un vaporoso encaje

cubriera de penumbra el acto más íntimo.

 

Es la hora en la que das aire a tus cabellos,

cardas los brillantes hilos, amorosamente,

porque tú eres tu propia muñeca sin edad,

la que cuidas cuidándote, una extensión de ti

que yo admiro como se admira un cuadro

-impasible el óleo ante la fugacidad del tiempo,

impasible tú en la dinámica de quererte-;

y aunque tu mirada, tus manos, tu cabeza,

tu cuerpo entero, me digan que eres mujer viva,

yo te inmortalizo en mis ojos, capto- visión fotográfica-

el instante en que tus dedos aprisionan el cepillo de nácar,

lo aproximas, se hunde hasta el roce del cuero cabelludo

y de él brota armónicamente la onda; entonces el mechón

- que es un cachorro recién nacido- se deja acunar

por el ritmo que traza la mano sobre ese territorio de caoba que es tu pelo.

 

Cuando salga la luna yo captaré los brillos y serás para mí un faro,

el destello que me indique el lugar de tu presencia;

llegará la noche otra vez, cerrará tu puerta

con una sonrisa amable y yo miraré hacia el cristal donde habitas,

esperando que la danza de tus manos me regale de nuevo el haz,

la luz que proyecte hacia mí el ademán innecesario de acicalarte.

 


sábado, 5 de noviembre de 2022

Día laborable

 

La noche lanzó un bostezo y nació la claridad.

 

El olor del café y la pulpa de naranja,

el pan candeal, la leche caliente

humea.

 

Entre los dos el silencio.

 

En el trabajo los relojes invertidos,

hoy es el cumpleaños de mi jefe.

 

Yo sé que el tiempo pasa

porque los pájaros no regresan al alféizar.

 

Me fumo un Gitanes bajo la pérgola del autobús.

 

Tiro el paquete vacío.

 

Son las cuatro de la tarde.

 


martes, 1 de noviembre de 2022

Aún te reconoces

 

Sigues en pie después de este trozo de vida.

 

Te acompaña el pasado

en los posters de una pared juvenil,

en las fotos añejas, en algunos sucesos

que se quedaron en tu memoria.

 

Nada envejece si revivimos la audacia, el tiempo de los clamores.

Nos ayuda su eco que activa la razón de los días,

su huella profunda de fulgor desvaído.

 

Mira los árboles cómo crecen sin pausa,

el continuo ciclo del mar, el sol que nace de los omoplatos del firmamento,

así tú cuando invocas al que fuiste y aún te reconoces

en la sombra que vas dejando en las esquinas.