Dentro del laberinto el sueño pasa.
Un círculo de sentidos
recuerda la semilla de las calles,
el leve perfume de un río hospitalario,
la multiforme caricia de las fachadas.
Como si nunca las hormigas conocieran su vigor escarlata,
bajo el rebumbio de las tómbolas de feria,
junto al espejo que el ritmo enciende
en los corazones olvidados,
más allá de la inquietud dormida
que planea en los rostros encendidos,
yo ignoro lo que vendrá.
Desde la penúltima terraza
cuando la noche llama a la noche
con cascabeles precavidos
como gatos que esperan en la mitad de su iris
el compromiso, la madurez de pieles sin luz
en la hondonada de la música y su cobijo;
yo dibujo una sombra sobre otra sombra
y callo
y confieso mi pérdida
o mi nada.
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