Tus ojos son blancos, Casandra.
Recuerdo tus rizos,
tus mejillas sin nubes,
tu mirada inalcanzable
al orgullo y la muerte.
Es fácil cuando se conoce la verdad,
es fácil el designio, el verbo tránsido,
las rosas sin fin como luz herida.
No llores aunque la plata desnude tu nombre,
no pienses en la memoria del sol,
tu fantasía de relámpagos,
de brillo y dulzor.
Tú sabes que es un cataclismo la claridad perfecta
y sabes que no existe otro reloj
que la saeta que adivina
la duda grave de un corazón.
Caerán las murallas,
la cicatriz de tu hermano será júbilo
en otra piel de conchas y mar,
en el occidente de un imperio,
en la gravedad de la caída.
¿Quién conforma tus silabas,
a qué ave negra sucumben tus oráculos
de grito y dolor?
Nada, nadie(quizá el titere que ambiciona las islas
o la lucidez de un destino sin raiz ni sueños)
podrá elegir la calavera
de este tiempo de dagas invisibles,
de sudor en los patios
de una clarividencia
que no ha encontrado aún
su ayer victorioso.
Paso a dejarte mi saludito querido amigo...
ResponderEliminarUn gusto visitar tu blog...te abrazo con todo mi cariño...
Nancy
Gracias, Lunamar, por pasarte por aquí y hacérmelo saber. Abrazos.
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