domingo, 1 de febrero de 2015

Las manos ajadas



Son recuerdos que llaman. La luz caída,
ambarina, quieta, el sonido dulce
de una palabra alegre, los ojos
que buscan el horizonte
como olas derramadas.

Al volver a la infancia
la memoria recupera
las alas que nunca tuvo
y son los juegos,
la inocencia o el abrazo
huellas que refulgen igual que faros
que alumbraran tu hoy desnudo,
tu mirada sin lejanía.

¿Es necesario este párpado
que solo ve hacia dentro
porque no ha sabido crear luz
en las horas del devenir?

El sosiego de mi corazón
se cubre con jerseys perdidos,
con botas deshilachadas,
con helados y balones,
con los iris de una niña que baila.

Al regresar a mi casa rota
los objetos dialogan o murmuran
sobre lo que fui o no,
las paredes aún guardan
la voz cálida de una madre sin edad,
los cristales escriben rumores ya vividos
en el papel caduco de los calendarios.

Desde aquí el mar todavia parece el mismo,
tu perfil camina, rubio como el dolor de las espigas,
inhóspito como la noche.

En las hebras azules de un reloj
caben todas las imágenes que has llorado,
también el azar de un dia nuevo en tu dormida piel,
el futuro en unas manos ajadas.


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