El misterio que une la voz secreta de los códigos.
A veces la imaginación escribe pantanos, dibuja
redes de anomalía, marchita la verdad de la piel
con colores de alud. Recuerdo sus ansias de vivir,
la rotundidad de su fe cuando nos aturdía con el calor
de unas palabras sin doblez ni pretérito. Quizá la luz
sea el refugio de la pasión, tal vez desconocidos
enjambres de lástima no lleguen nunca a brotar
entre las llamas de lo unívoco. Su vida dejó de ser
vida porque es fácil acostumbrarse a la noche de
los sueños, a la inutilidad de las hojas del presente,
caídas como meteoros en los vasos de la ilusión.
La desesperanza es una flor negra que jamás sufre.
Que otro río la salve, que otro paraíso la albergue,
que otros monstruos la lloren, pero no estos.
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