A menudo son las sombras quienes
me hablan. La lentitud del albor,
la luz y su magia, los pasos suaves
del silencio. Yo sé que la fugacidad
crece, se engalana como una amante,
fluye como un viejo río que desdeña
el abrazo. Estos días son para mi la memoria
que revive el tránsito infantil del amor,
la caricia insobornable de los labios húmedos,
el transcurrir ojeroso de las noches invictas,
la suerte de un éxtasis que parte las cadenas
del frío. Las mañanas esconden humo de café
en las preguntas, el dulzor que forma nubes
de vida en los osarios deja un pálido confín
en tu mirada. Domingo de arrabal, canto
de pájaros rojos en las esquinas del ático,
rumor de olas sin mar, instante que finge ser
la insólita verdad del paraíso.
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