sábado, 25 de enero de 2014

Nuestro hijo

Nacerá la sombra con el llanto de cal.

Dejará el hogar de ser cómplice
porque un sueño habitará la esperanza
como un dios sin piel.

Nos esperan las horas oscuras,
el baile y la caricia, paseos igual
que trasatlánticos perdidos.

Sólo la vida abre flores al ocaso,
sólo el músculo de la especie
es capaz de convertir un corazón
en una pregunta.

¿Qué camino elegirá el miembro fértil,
la extremidad dolorosa,
la ilusión o la quimera
de este ser ingrávido?

Ya se ve la luz en las mejillas
de aquel lugar sin frenesí
que invita a la laxitud
y al abandono.

El mar sigue callado, dormido, rojo.

El niño espía el volar de los pájaros,
sonríe con la inocencia
de un circulo que crece.

Quisiera que tu cuerpo volviera al éxtasis,
que la noche traslúcida
o el furor encendido
encontraran en los labios un pedazo
de carmín hiriente.

Como antes, como ya nunca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario