No sé porque reñimos. Cuando te vi de nuevo
preferí no hablarte. “Ya lo sé, hijo, fue culpa mía”
Detrás de los tubos, de los brazos ennegrecidos,
de tu mirada de madre, solo existía amor. “Quiero
que sepas que me equivoqué”, le dije. La abracé
como nunca antes lo había hecho. Al día
siguiente el doctor nos comunicó su muerte.
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