La humedad del signo sobrevive. No hay márgenes,
tampoco la canción regresa. Este mundo no habitó
la gimnasia de los días, fue marfil en osarios de cristal,
la singladura de un verbo desconocido y voraz. Es
la noche un abril de sombras, su ceniza incólume
ama la luna de los portales o el sonido de las
campanas viajeras. Después del mito llega
la pisada del animal corroído por la luz.
Luego el barniz imagina ojos en la palabra
que miran como un adiós. Suena la música
y calla el dolor ¿Quién arribará en las orillas
del tiempo, dulce y tenebroso, marino de los
ríos azules, que te han poblado o no? Nadie
responde porque la huella de los fantasmas
cría un sol en pisadas de invierno, en lluvias
de mácula, en catedrales de espejos cóncavos
como la infinitud de un iris. Gotas del azar
proscrito.
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