sábado, 7 de diciembre de 2013

La vida recobrada



Esta dirección o la otra, ¿quién sabe
de los caminos de la memoria si el alguacil
del tiempo escribe su latitud?

Esta boca fue murciélago(porque la noche azuleaba
en los hombros, en el labio proscrito o en el azúcar
de las horas).

Mis pasos son refugio de laberintos, mis pasos recuerdan
a los ágiles cometas en su bendición de criaturas
o destellos.

Vuelvo a los racimos de las luces sin patria, esa perdida
de sol en los efluvios del misterio, la desgana y el furor
del frenesí inútil en las alas plegadas.

No hay devenir de historias como no hay cánticos de fe.

Todo sigue aquí, la insobornable plaza de los ecos,
el río que vaticina un oasis de alcohol,
los ojos que acunan palabras igual
que una flor de brisa.

Cada tarde sin rompeolas, cada oráculo sin preguntas,
cada volar de caballos en mis silencios
sucumbió a la orilla blanca de tu gratitud.

¿Quién o qué recupera la glándula de ese latido de hojas secas,
furia del laúd o del saxofón que impertinente aúlla?

Créeme no son pantanos las afiladas cenizas del recuerdo.

Mis bares y mis rostros sin mar buscan el rumor de un náufrago
-tu estatura es un árbol perdido que alienta su tronco, un manantial
de uñas rojas que hieren vestidas de ausencia-.

Yo me encubro en ti, en tu ácida luz.



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