lunes, 9 de diciembre de 2013

Nada quiero saber de la máquina del tiempo

Vestir otro traje con su canesú inmóvil.

Un ojo blanco aterriza en la luz.

Las alegres divas del círculo juegan con mi sol hastiado.

Llueve en la horas del sinsabor, mientras el haz
de los faros perdidos arroja su aliento en la lujuria temprana.

No es la conciencia una flor sin mácula, su sombra transita
bajo el párpado de las calles pero vive y sobrevive
como un latido.

La juventud deriva en eco de plumas, sus pistilos fulgen
en las noches de cal, como soldados de azul
en un adiós de lágrimas.

Yo no sé del mercurio, ni del éxtasis ni tampoco de los viajes del azar.

Sólo mi cuerpo regresa a los confines del hambre y yo le sigo,
monstruo de luz.

La gimnasia de los párrafos aprendidos ¿quién soy yo, el corifeo,
el autómata, el golem o la fría secuencia de una piel ausente?

Muchos son los ríos que lloran por no elegir un sueño.

Hoy habito el marfil joven de la fábula
con sus rombos prohibidos
y sus escarapelas sin color.

En los cúmulos de la edad un hombre viaja, no diré quien ha sido
mi llave o mi muerte,
un si o un no,
sin quererlo
como dicen que todo pasa en la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario