Quería convertir la palabra en una sirena azul.
Que el mar fuera un lago entre tus manos
donde nadara la luz. Quería tu cuerpo en carne
y no en olvido, quería lo imposible de ser día en la noche
o noche en el día. Cuando el crepúsculo llega
se abren las ventanas del adiós. Hoy escribo
sobre la fugacidad de la vida pero podría hacerlo
sobre dos pájaros que nunca volaron.
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