Como venas de un cuerpo que no es el mío.
Como pústulas de color o retales que se cosen
a una piel huérfana. En el silencio de los pájaros
que cruzan colinas, lomas, barrancos sin voz.
Con la estrategia del agua cuando en filo se alza
y cae con su cabellera plomiza sin ver la múltiple
sed de los insectos, ni sentir la locura de un árbol
que va perdiendo la fértil faz de las horas. Sin
el bucle de la vid ni el zarcillo blanco en flor,
sin la roca que ya es un espejo en la lejanía
o un vestido ocre y duro como una verdad.
Así la luz que me habita, el tránsito de un río
ajeno al dolor, a la ceniza y a la noche. Todos
los paisajes acaban y empiezan en mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario