Rodeado por soles que son fríos y mudos. Pero así
se aprende a sobrevivir a la altura de los cuerpos,
palabras que flotan en el aire y no terminan de caer.
De pronto nada es ambiguo, una verdad no es una pregunta
mientras los labios se enternecen y maduran los ojos
más allá del páramo.¿Qué sinrazón invencible se acomoda
a mis bolsillos y resucita el hastío de un jardín sin frutos?
La oscuridad dibuja flores escarlata que nadie ve,
en la memoria los fuegos de artificio cabalgan, ríen
tras su lejanía de amantes. Yo fui otro al borde del mar,
un niño sin horas, una luz que parpadeaba entre las luces,
un horóscopo sin viernes en periódicos inservibles,
ajados como un sueño. Que no se arrodille ante mí
la ausencia retráctil, tu voz perdida, pues me acostumbré a vivir
en los hogares con niebla, en los suburbios donde solo existe
el marfil precario de los elefantes, en total soledad
igual que un fantasma que descubre que el ayer
es su castillo y el hoy su ceniza
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