Quisiera habitar el silencio tuyo.
Es mi hogar un hondo espejo que sufre,
sus paredes llevan en sí la escritura de un paso azul,
las dulces incógnitas del ayer.
Si tú vieras este pedazo de luz,
el bisel que dibuja un rostro en la noche álgida,
lo que los objetos claman(la sensatez de un niño,
lo ajeno que ensombrece la raíz de la memoria,
la huella de un diminuto canto en la madrugada
rota, las rodillas sin piel que pesan como cicatrices
de horror) tras la voz difusa que se aleja en trenes perdidos
como un hedor o un frío desliz.
Si tú adivinaras la armonía de un corazón sin lucha,
si acaso en los sueños que no tienes
una geografía sin mapas nos escondiera el mar,
la virtud, el loco amanecer imprevisto;
quizá los párpados de la ciudad,
su territorio lánguido, serían eco de vidas
en nuestra vida blanca o latitud de éxtasis
en las flores de tu pelo,
ambigüedad sin relojes
ni futuro
ni ocasos.
Ya sé que lo posible es una faz sin perfil
y que no hay espejismos de carne,
mudez de lenguas que tejen
una red en los ojos intactos de la senectud.
Te pienso en mi hogar,
peregrina,
con el vestido albo
de los mil nombres que callan tu ausencia,
tan lejos, tan no ser,
tan tú,
tan otras en ti.
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