El territorio de la luz me es ajeno.
Hay en las páginas blancas del verano
una desnudez interminable, un latir
de pieles sin rostro, un bronce desvaído
en la premura arcaica de los sexos.
Desde la fría invalidez de las habitaciones oscuras
la luz semeja un monstruo lánguido, un amante dulce
que embriaga los poros infaustos del deseo.
¿Qué verano es este que se dibuja en mi memoria
como un sortilegio de paisajes,
de dunas amarillas,
de bosques húmedos
sin ti?
En la umbría todo parece nocturnidad,
un aire sin forma calienta los zócalos
de mi casa.
Hoy el silencio es azul como un mar celeste.
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