martes, 1 de abril de 2014
El misterio
Hay en sus ojos un topacio de luz.
El gesto, la disposición de los encajes,
la desnudez de la jaula fría, el aroma
del té como un jardín vespertino...
Tararea un vals circular con la boca
entreabierta. Sus falanges coronan
el rubí melancólico de un beso
imaginario. En el reloj las dudas
sucumben, un crisol de agua
llora en los cristales. El humo
de su nombre escribe un ataúd
bajo la caoba del secreter. Brillan
las perlas en su cuello de ámbar.
No sé a quién sonríe ni si ha sentido
el pálpito infantil de un sueño.
Su rostro es un enigma, su voz
un témpano intocable.
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