domingo, 6 de abril de 2014
12 meses
Da sus pasos como un esqueje
que aún no hubiera conocido
la lluvia.
Cuando ve la playa se asombra,
su indice minúsculo señala el misterio
de la cresta invencible, el rubor
de la espuma que quiere morir
en la rubia condición de la arena.
Ha aprendido a volverse de espaldas
mientras sus dedos blancos tapan el mensaje
de una realidad desvaída.
Alguien buscó un nombre entre las piedras,
una consonante que inclinara la sed,
un pedestal donde la risa del niño
dejara un azul de cielo
y costumbre.
Me gusta mirarle dormir,
bendecido y pulcro,
como un duende sin ojos
que nunca podrá
extrañar la luz.
Un ser sin galaxia ni miedo.
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