miércoles, 27 de marzo de 2013

Se cree un hombre pero todavía es un niño

Hay un margen donde no transitan las palomas.
La noche exhibe sus alfiles de mercurio y neón,
la verdad se ausenta de un viernes, desconocida
y múltiple. Es la hora de los abedules, el diamante
que divaga bajo un seno, la escondida sed de los taxis,
el agosto que tiembla en la cruz del sueño. Una vida
que arroja su espasmo, que se trasforma en jardín
de mil petunias aladas, la duda que elige los dormitorios
imperfectos en el azul de un laberinto. Él fue una estrella
inmadura, sus ojos de niebla le anteceden, sus pequeñas
manos dibujan eclipses y atmósferas, incendios que
ansían los arbitrios de la especie. Y de pronto se alza
el llanto o sus mejillas encuentran el nido de un verso
rojo, o tal vez en el oráculo su diminuto crisol encuentre
la senda, la llaga, la ruta que comienza a vivir.


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