Recuerda los planetas que no vimos, en el atardecer
de un noviembre. Las calles humedecen su rostro,
las últimas aceras ríen con su ayer hermafrodita
y hay en mi silencio estratagemas de invierno,
palabras que lloran su latitud insomne. Te quiero
como el largo túnel que atisba la sincronía de los
semáforos. Te quiero en lo que no vive, en tu ausencia,
en lo que dejas como un caparazón o flor o lúgubre
mentira. Algunas veces me refugio en los quioscos del vacío,
en mediodías de lluvia, cuando los hombres levantan el árbol
de sus paraguas y todo es más pequeño, vida entre
la vida, el maquillaje del agua. Sé que tu sombra
ya no existe, que en el acertijo del mañana dos más dos
son edad. Que volverás a la despedida de los cines,
a la reverberación de un tren solitario, al yugo que
ambiciona ser raíz en la nieve, un caleidoscopio de sal.
Estupendo poema.
ResponderEliminarHola, Gustavo. Me alegra tu visita y te doy las gracias por esas palabras tan amables. Un abrazo.
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