martes, 6 de noviembre de 2012
¿Quién me salvará?
Llueve en la cruz, en el hemisferio blanco
de mi huida. La piedra transita su óvalo
y un resplandor elige la entrada del adiós.
¿En qué época el símil o la alondra que ambiciona
pajaritas en el cenit de una genuflexión?
No hablarás, no dirás la historia que crece,
en tu simpatía no cabe la doctrina de la oruga,
su color de lasitud o el icono de las noches
con las preguntas del sueño y los ojos oscuros
de un epitafio.
La luna llena, las aventuras escritas en los carteles,
el tiempo que deletrea su pálpito, nada ni nadie camina
entre el viento y la virtud, mil ojos en los párpados
de una columna, los laberintos con vasos de cristal
teñidos de abril, la metamorfosis de las palabras
que no admiten la llave azul del hastío.
Tú volverás a los pasos desnudos porque las amazonas
del ocaso buscan cocteles ingrávidos, el verbo
tenebroso en la dulzura de la noche, las águilas
ya muertas en el abecedario del dolor.
Mi cicatriz roza el ámbar, mis espejos ansían la maldad
del árbol cuando cae la duda junto al humus y la tiniebla,
entre largos aullidos de silencio.
Aquí espero lo que ha sido y no será, la caricia
del fulgor inexacto, el relámpago móvil que aconteció
como una nube, la rauda canción que aprisiona
en un circulo su ambigua verdad.
Todos los rompeolas han llorado, tu azúcar bate
sus inviernos en un café y se arremolina en un latido
de caracol.
Lento el elixir de los días que envenena la ilusión
de la caricia y el ardor.
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Madrugada en Castellón...y te leo...
ResponderEliminarun abrazo
Gracias por leerme, Antonio, siempre es una alegría verte por aquí. Un abrazo.
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