viernes, 23 de noviembre de 2012

Conversación con el hombre que fui


¿Has sido fresno, álamo, caoba? Hablas con la infantil
astucia de un mendigo. Él te arropo con número y sal
y fue su corazón un circulo de jazmines sobre tu piel
o tu refugio. La paz es una jerarquía y la ilusión devuelve
su ejército cuando el hombre muestra un verdor en sus
venas ciegas. No existe la mentira sin un eco ni hay rodillas
que dibujen el ejemplo de un sol que divierte. ¿Es quizá
la vida un pasillo sin hojas donde el diluvio marca su signo
de madréporas y azúcar? Los pasos de un lince y la sinrazón
del músculo. Danza tu osario sobre ratones de azul, y
aún no sabes quien elige la singladura del miedo. Son
arpegios las razones del monstruo(como el calor infinito
de los versos cuando esconde su ayer y se aleja el misterio).
Un dibujo de pantanos, un insecto de ojos neutros,
un pálpito verde o una frase que hiela la zanahoria
de los eclipses como un manto inhóspito. Ah! si
conocieras la sangre inventada, el orificio de los
cometas que destruyen tu destino enfermo como árbol
de oro en la longitud de los imanes. Nada le debes
a la luz, copulan los meteoros en esa esbelta raíz
que te miente. Serás el orgullo de las horas sin lunes,
nunca el dormido ejemplo de los hospitales. Tu corazón
es un gnomo con cien cenotafios encendidos. Vuelve a ti,
a la seca semilla de un oasis donde la pregunta no sea
el alud ni los lobos alimenten la rutina del fruto.
No hay dios en las orillas múltiples de un espejo.
Sólo el ardid, su noche o su corona blanca.


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