viernes, 7 de marzo de 2025

El guerrero caído

 

Cientos de batallas regresan a mis ojos cuando los párpados

enrojecen por la sangre vertida en el preludio estéril de mi muerte,

galopa mi caballo sin la grupa del jinete, en el filo de mi espada

agonizan las almas de los vencidos, este fragor de armaduras

fulge como hoguera de exterminio en el ojo del encuentro

frontal de los invictos contendientes bajo un cielo gris de lluvia

que no limpia las extremidades mutiladas vertidas sobre un campo

rojo donde los ríos de la finitud corren como fluido de extinción,

este olor a vísceras abiertas a la luz me llega ahora que, acribillado

por los mastines de la venganza, rememoro mi infancia en el vergel

de oriente bajo palmeras que daban sombra a las tiendas coloridas

donde vivir era solo un juego junto al oasis que me vio nacer,

humareda y calima en lontananza, a mi lado los estandartes

que ya no mece el aire, escudos de pino, lanzas y yelmos,

blasones y medias lunas como trofeos de rendición en montículos

que conmemoran la derrota sin piedad de mis creencias, herido diez

veces, con el estertor en los labios, mis rodillas rozando la tierra verdecida,

golpeo a mis enemigos, mato y me matan en el anochecer de pájaros sin luna;

en este fin cruel solo un recuerdo me asalta, tu carne virgen, tu amor puro,

tu juventud abrazándome y yo en tu regazo, dormido guerrero que reposa

en la calidez de aquel vientre que me regalaba la paz de los sueños.

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