Bendecid al coro de los faunos que arriban con la música de la tuba
en los labios rojos, ah! deidad del sol que invita a mi carne al flujo procaz
de las estrellas, pedestales en la roca que vestí de guirnaldas, coronas y alelís:
ven tú frágil paloma que te vistes con la túnica vaporosa que transparenta
los senos y el vientre lujurioso, canta oh! sátiro tu canción festiva
tras el banquete de sabrosas viandas, de vino carmesí en las ánforas
de barro donde el dibujo colosal de los miembros se eleva hasta ensartar
la vulva blanca, corre el viento por la estancia con ecos de ninfas en la voz
que aúlla de éxtasis, frenesí de luna que rieló en la noche, altas estatuas
de un dios solar, vanagloria de la luz que vaga por mi ojos cohibidos
por las danzas y la armonía salvaje del furor, soy césar de nimbo blanco,
pámpanos entre los cabellos vagamente rizados por el aire vespertino,
golondrinas y pájaros sin negrura por el cielo simbolizan la gloria radiante
de la claridad, pesadumbre de otros dioses que imploran un pedestal
junto a mi cama de niño, presagios de aves cuyas entrañas predicen
mi nostalgia por las áridas tierras de El-gabal, racimos de sol en las higueras,
los olivos, el río donde lavó madre mis pies infantiles, nunca entendieron que la luz
es de oro y el destino un rayo que barre todas las creencias que hirieron
sus párpados ante el rostro etéreo del inmortal dios del alba y los amaneceres
púrpura, el disco que amarillea imperial y da calor a la vida de los hombres.
jueves, 6 de marzo de 2025
El banquete de Heliogábalo
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