domingo, 29 de diciembre de 2024

La canción de las estirpes

 

En los eclipses de la vida la voz del ángel resuena

con timbales dulces, con la voz fingida de los cometas

palpitando en los rostros que sorprenden los hábitos de la luz

en los círculos plenos de fantasía, espadas y cánones

sin el temblor de los espejos, sin la duda del amanecer

llagado por los sentimientos estériles, aquella cicatriz

en el vientre del tiempo ronda los misterios de la crueldad,

efemérides inscritas en el cristal de las botellas vacías,

un rosal equidistante de los polos del amor,

la astucia del remordimiento en corales blancos

como susurro de algas en la invernal canción de los sueños,

espíritus que viajan por las concavidades del ser,

lágrimas de rocío en las venas, agua de abril

por el caudal oscuro de mis ejes,

la voluntad inscrita en los óvalos,

en los laberintos donde la música es arpegio de sol,

los racimos de la quietud bajo las lápidas de lapislázuli,

procesión de vástagos a través de las cornucopias

que encienden el azogue con hachones de inmensidad.


Oh! río de álgido fuego, resplandor en las acequias

de una ciudad indolente, la química vieja de los ancestros

desramada en hojas maduras, el fluir de las naves

sobre los dédalos como serpentinas de color ocre

desnudándose en las altas efigies de los capiteles púrpura,

un delirio, la voz secreta de las amapolas,

la caricia del albor que es una mano de dedos azules

que me roza como si una madre pariera la luz

en la intimidad de la semilla.


Así oh! himno de los nombres, la aventura que no se recoge en los epitafios,

la ternura del idilio entre el clavel y el rumor que llega a los acantilados de la noche,

con fe de espigas al sol, con naturaleza de fronda,

con alfiles de ensueño bajo los parpados,

con la cicatriz antigua que florece en la ceniza

como flor sin tiempo, como vereda sin fin

que surca los hemisferios de la luz

hasta el confín de la reverberación

donde las palabras se repiten en los espejos neutros,

rostros albinos, caras que seducen al edén brotado del polvo secular

que ya no es recuerdo, hilo donde se posan las palomas transparentes

que llevan en sus plumas los nombres heredados

por los solitarios ángeles que crecerán bajo las axilas de los escudos,

hombres y mujeres de una estirpe que es coro de amor

en los altares de un árbol que luce en sus cabellos

hojas un destino común que no marchitará la niebla mortal del silencio.









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