En las palpitaciones de la sangre hay ecos invisibles
de antepasados cuyo nombre fue herencia añeja,
el color de la tez, la familiaridad de los iris,
la memoria de un árbol con raíces que no
se extinguirán porque han germinado en vástagos
que llevan los símbolos de una generación en sus cuerpos,
las palabras comunes que no asoman a los labios
porque han sido cómplices de un acontecer secreto,
la sonrisa familiar como una cicatriz del alma
que heredaron los hermanos, una voz que se confunde
en los teléfonos ya que no es la voz que alguien cree oír,
fotos antiguas que repiten las semejanzas como si
fueran las olas de un único mar, el amor y el odio,
el resentimiento y el fraternal abrazo en una red
de relaciones ambiguas producto de una geografía
de múltiples caras, pero entrelazados y unidos, porque
son un enjambre de vida que espera durar siempre.
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