jueves, 28 de diciembre de 2023

Arde el clamor


Se ordena el pulso de la noche y los capicúas del rocío
caen desde los abedules tristes, brotó el alacrán
de la voz perdida del ángel y vino el rosario inclemente,
su salmodia blanca vela el tapiz de mis ojos, el color
se astilla en efluvios de luz y las mandrágoras crecen
hacia los espejos, bajo la luna los cactus floridos
y la vivaz permanencia de lo ignoto.

Crían las abejas soles de miel, ordenadas como sillares de pálpito
en sus hexágonos perfectos, y muere el llanto en las cortinas
y mi voz es azul como un cielo húmedo que funde en mi boca su perfil.

Un frenesí elíptico es la llama de tu ser, te acercas con los pechos grandes
como islas de leche, y yo escucho a la sed de mi sexo que implora por ti
en la penumbra, mientras mis manos acogen la blanda piel y al fin
arde el clamor entre las sábanas como una fiesta senil.

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