En los ombligos de la calle crece tu espejo.
Siempre fuiste tú la orilla en el bisel,
la sombra que cubre la última cantina,
el garaje vacío, un súper donde vi otros pechos alzados,
el edificio oscuro que nunca habité.
En las aceras late la lluvia, ínfimos árboles
se ocultan del viento como bambús entre la niebla.
Se oye el mar-su lánguida ola-.Será septiembre el olvido
o el comienzo de un silbo en el agua. Atrévete a mirarme,
saluda, aunque no exista un nudo que nos una en la flor del aire.
Sí, ya somos recuerdo; algo, una pluma sedienta, un polen perdido,
un reflejo en el sur de tu espalda quedará sobre la nieve del instante
que nos pobló como la luz puebla el mundo.
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