martes, 27 de marzo de 2018

Belle epoque

Aquí bailó la música lejos de sí.

Un patio de mosaicos encendidos,
pilares o pilastras de un hierro mohoso,
el eco de inmóviles pasos cruza al bies
donde la luz filtra el cristal del color.

Hay una marea de iris abotonados,
pelucas y trajes que visten la edad de las muñecas,
el vano desdibujarse de las bailarinas.
porcelana, bronce, marfil y tiniebla
hacia un aire de mariposas,
la fuga insólita de los miembros
delgados como un ala de luz
o un azogue que no encuentra
la densidad de un cuerpo y su lejanía.

¿Qué lucidez de volantes y joyas,
qué sinrazón de luciérnagas de oro y esmalte,
qué perfume desborda el frasco pulido
por el óxido de la locura?

Se oyen risas y un cancán interminable,
flotan mi pies sobre los rombos y las cenefas del mármol
y no sé en qué década vivo
ni, si al final, el humo azul de los veladores
poblará de sueños mi corazón de estatua.





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