Existe un aire donde llueven palabras. En
la memoria del tren un verso es una flecha
o un yugo o una interrogación sin nombre.
La ciudad vive en la sombra de los humos,
su aliento retráctil, sus oraciones invisibles,
su neón sin mácula, han florecido ayer o nunca.
Cualquier esquina es un paso sin ramas, las
plazas cabecean como pájaros ausentes,
murmullos de lejania se repiten igual que
una frase o un amén que se guardara en los
bolsillos rotos. Algunos dicen que hay patria,
una identidad que ha nacido de los sumideros
de la costumbre. Yo observo los equipajes del
hermano, las gabardinas que corroen la humedad
blanca, el devenir que ha muerto en el silencio.
Lo que espera ruge como un círculo infantil,
ahí encontraré esa razón que abra caminos
a la luz o a la mentira, al no ser o a la rugosa
efigie que ha sido y ya no es tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario