Yo que he sido luz sombría, una voz sin palabras,
el eco de un despertar entre faldas y murmullos,
el resplandor en los visillos de una habitación roja.
Mis fotografias como un canto en la atmósfera
de la piel, las armas del cristal y la caoba perfecta,
pulida como un dios. Y también la memoria de los
crucifijos y el hambre de la descendencia en camas
de alabastro, siempre alegres para que la vida nos diera
una razón o un silencio. Aquí mi faz de pirata o de músculo
en los dias ignorados, allí donde la estrategia fue una pausa,
la verdad un parasol que aún vive entre las curvas de un aire
varado, casi como la insondable calima, el infausto gong
que desviste las horas que hallaron sombra, la sinuosidad
de un reloj que encontró en la noche un puerto herido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario