Hoy que abres al aliento tus dedos
de melancolía, en un mes perdido,
en una tarde sin sombras.
Cuando corro hacia la luz
igual que si hubiera hallado
la respuesta a mis ramas y a mis ejes,
a mi motor de niño-adulto,
sin el transgresor eclipse de la infancia,
muy cerca del arco iris de la juventud,
abierto el deseo hacia un labio
que ya no es sólo palabra
sino húmeda alfombra de los dias azules.
Inventé así el múltiple ejercicio de los trenes sin parada,
de las lunas sin prórroga en la urgencia del pálpìto,
del corazón que nace una y otra vez
como loco jinete,
descabalgado, herido, risueño;
como un ser de misterio,
un príncipe que aún tuviera entre sus manos
el mito del amor o la suerte,
del futuro o del tránsito
que se dibujara en eco de campanas
bajo la carne de esta identidad
que siembra un sol hospitalario.
Nunca sabré si tu voz fue cristal o delirio,
si el curioso mensaje de las horas caidas
inventó para ti la noche como un desliz ausente
o un témpano que al fin creciera sin la escarcha del dolor.
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