lunes, 17 de noviembre de 2014

Crepúsculo

Tus manos alguna vez fueron palomas sin sur.
Su dibujo calló en los inviernos mientras la ternura
de los trenes buscó un vestido de azar en las noches
dulces. Hay esperanza en los misterios que yacen,
hay rebumbios de espejos sin querencia y carteles
de bienvenida en un color que para ti no existe, que
para nadie llora. Las calles, el cristal, la música, la luz
hospitalaria, tantos son los signos de este rompecabezas
vacío. Si un soldado fuera su margen de dias y cálculo,
si esperara un cometa en los cielos del porvenir, si su arca
no nombrara el rio o la plenitud que inesperada surge,
habría mil posibilidades de ensueño y volvería la piel
a ser un eje sin cansancio, sin premura, con la seguridad
de los ojos que fijan un candil en la soledad del futuro
y llaman a ese rostro de claridad que nos acompaña
como una oración o un cántico o un repique de lenguas
en la ceniza de un reloj. Sé que estarás observando
los bares inhóspitos, el pulcro fulgor de las baldosas
guardadas de lluvia, esos aullidos que la medianoche
oculta bajo techos amargos ante el pálido desdén
de una cicatriz insomne. Cuando un regreso es
un círculo sin luz, los horarios envejecen y solo
queda el iris inconstante de los dias perdidos,
su astuta herencia de frases lacradas, su impasible
renacer de sombra herida.











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