jueves, 20 de febrero de 2014

Atardecer



Ella guarda la llave de la palabra. Cien pasos
o doce, los arcos, el mancillar de la piedra,
el mirador con la hembra emboscada como
un hálito. Es la historia un lugar verde, allí
donde la batalla sembró la plata, el restañar
de los alfanjes, la cruz dolorida o el misterio
de los campos para siempre rojos. No quiebra
el jardín la magia de los patios, escaleras por
las que el murmullo se agota como una canción
inacabada. Y en lo alto, la fuente de nácar,
con el azul de la bendición y las terrazas
que buscan el sol de un atardecer oscuro.
Mido en la memoria lo que quedará de este
sueño infantil, la caída, el reflejo de un molino
cuando el ocaso frío desnude la flor o la sed
de los menús o el infinito eclipse de las hojas.

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